Historia de Vicálvaro | Capítulo VI, El siglo XIX

Los carlistas en Vicálvaro

El siglo XIX estuvo marcado por profundos malestares y conflictos políticos. Uno de ellos fue el originado por la sucesión a la corona. Para comprender la causa del problema hemos de remontarnos al siglo XVIII, cuando Felipe V proclamó la llamada Ley Sálica, por la que prohibía que la sucesión de la Corona recayese en una mujer. Fernando VII, de cuyo matrimonio nació una hija, Isabel; y como buen padre, desestima esta ley y promulga la Pragmática Sanción en 1830, por la cual alteraba el derecho sucesorio en favor de los descendientes directos del rey, sin importar su sexo. De este modo la corona recaería sobre su hija, Isabel María Luisa, en perjuicio de D. Carlos, hermano del rey.

El problema, latente en un principio, estalla cuando muere Fernando VII, en 1833, comenzando la disputa por la corona entre su hija Isabel y su hermano Carlos. Hubo sublevaciones que proclamaron rey al infante Carlos María Isidro, provocando lo que se ha denominado Guerras Carlistas.

El carlismo domina fácilmente el territorio vasconavarro y se empleza a extender con la esperanza puesta en la posesión de Madrid. Así se organiza una expedición llevada a cabo en 1837, cuya entrada en la capital se hace por suelo vicalvareño. Veamos como don Fernándo Fernández de Córdova, en su libro Mis memorias íntimas, describe este hecho:

«Cuando llegué a la esquina o ángulo que forman las tápias del Retiro, mi asombro no tuvo límites al considerar todo el ejército enemigo a la vista y todo el peligro que corrían en aquel momento la reina gobernadora, sus augustas hijas, el ministerio, la capital y la causa misma de la libertad. Recordé al propio tiempo la previsión de mi hermano, que creía nuestra causa perdida por un movimiento posible de las fuerzas carlistas, y por la ceguedad de los hombres del Gobierno del Ejército.

El enemigo se presentaba a nuestra vista en la forma siguiente: ocho columnas, cuyas cabezas se veían con claridad, ocultaban su fondo en las alturas que atraviesa el camino de Vallecas.

Esta infantería formaba en la línea de masas con intervalos de medios batallones y ocupaba el terreno más elevado. Otra columna de caballería apoyábase en el camino real, en el que sólo tenía dos o tres escuadrones; el resto ocultábase también entre los repliegues del terreno. Pero delante de la posición, al pie de su descenso y apoyado en un espeso olivar, habían desplegado en guerrilla uno o dos batallones con sus correspondientes reservas, que se tiroteaban contra un escuadrón de granaderos de la Guardia, inmediato el Arroyo el Abroñigal; combate inferior para nuestras armas, en el que numerosas guerrillas de infantería se batían contra débiles y reducidas fuerzas montadas y armadas de tercerolas de poquísimo alcance. Las balas llegaban hasta las tropas que tenía a mis órdenes y que había detenido al lado de las tapias del Retiro [...].

Los carlistas en tanto no avanzaban, y a medida que se acercaba la noche disminuía su fuerza a nuestra vista».

La expedición real de don Carlos sobre Madrid fracasó y con ella, para el carlismo, se alejaba definitivamente la posibilidad de ganar la guerra.

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