Historia de Vicálvaro | Capítulo VI, El siglo XIX

Vicálvaro en el siglo XIX

La Guía de Madrid y su provincia de Andrés Marín Pérez, publicada en 1888, nos sirve como fuente para la descripción de la aldea en el mencionado siglo.

Todos los autores analizados coinciden en caracterizar a Vicálvaro como un lugar saludable, así Andrés Marín observa: «La pequeña elevación sobre la que descansa una buena parte de Vicálvaro y lo despoblado del llano que ocupa el resto de este pueblo son causas de que los azoten toda clase de vientos, especialmente los del norte y sur que le proporcionan un clima sano y agradable».

Desde el punto de vista jurídico Vicálvaro pertenece al partido de Alcalá. Su fuente de riqueza sigue siendo el campo. En esta época hay cuatro hectáreas, cuatro áreas y 46 centiáreas de regadío, donde se cultivan verduras y legumbres. Son tierras regadas por los pequeños arroyos que surcan el pueblo y por una fuente denominada Pechina. En secano se cultivan toda clase de cereales, teniendo una extensión de 3.627 hectáreas, 51 áreas y 95 centiáreas. También la vid está presente en nuestras tierras, ocupando 46 hectáreas, 27 áreas y 93 centiáreas.

La industria local se reduce a la elaboración de pan y de vino, pero este último en muy poca cantidad. En 1826, Sebastián Miñano ya recoge la nota de que aunque en «otro tiempo tenía una abundante cosecha de vino», en la actualidad ha quedado bastante reducido el número de vides.

La ganadería es muy escasa; se compone de 249 cabezas de ganado mular, 30 vacuno, 164 asnal, 80 cabrío y 500 lanar. Para la inspección de carnes cuenta el pueblo con un veterinario que visita el ganado de labor, cobrando tres pesetas anuales por caballería.

La población ha crecido, cifrándose en 1.950 personas, distribuidas en 380 casas, con un promedio de más de cinco personas por vivienda. Estas casas se agrupan en calles irregulares y pobremente acondicionadas.

Estos vecinos mantienen comunicación con Alcalá y Madrid por medio de los trenes que pasan todos los días por la mañana y por la tarde, y los dos coches que salen a diario hacia esos dos puntos. Los precios de ambos medios de transporte son de una peseta el billete de tren de tercera clase y 65 céntimos los autocares. Los billetes en dirección a Madrid o Alcalá se obtenían en la administración situada en el pueblo, en la calle Real, número 4.

El correo se recibe todos los días por la mañana y por la tarde en la estación y su correspondencia la devuelven utilizando también el tren como forma de comunicación.

Para la instrucción y educación primaria, los niños contaban con dos profesores públicos y una profesora privada. Según Marín Pérez, «respecto de los locales consagrados a la educación e instrucción de los niños, debemos decir en honor de la pura verdad, que ni los dos públicos ni el privado, reúnen las condiciones higiénico-pedagógicas que recomiendan las ciencias modernas, que exige la salud de los niños y que demandan las disposiciones vigentes acerca de esta importante materia».

Las escuelas públicas contaban con un presupuesto anual de 825 pesetas, que se repartín en 270 pesetas de retribuciones, 206,25 para material y una casa, que proporcionaba el Ayuntamiento, para el maestro.

Coincidimos con el autor, al afirmar que «es censurable y casi ilegal que la digna maestra pública no perciba más que 210 pesetas de retribución, pues lo lógico, lo justo, lo equitativo y lo que indica el espíritu de la ley de igualación de sueldo es que individuos que presten iguales servicios y tienen contraídos los mismos deberas perciban análogos derechos y se les reconozcan semejantes consideraciones».

Además de la educación primaria, los vecinos de antaño tenían acceso a una escuela de adultos que se abría por las noches durante el invierno, con el fin de instruir a los jóvenes vicalvareños que en un futuro se encargarían de «la dirección y administración de los intereses municipales».

Respecto a la sanidad, el pueblo contaba con un médico que, a su vez, cubría la plaza de Beneficencia atendiendo a 94 familias necesitadas, cobrando por estos servicios 1.525 pesetas anuales recibidas de los fondos municipales para este fin. También se contaba con un médico particular.

El pueblo poseía una farmacia bien equipada, cuyo boticario cobraba directamente las recetas a los vecinos pudientes, mientras que los más necesitados están ayudados por un fondo del municipio, que ascendía a 375 pesetas anuales.

Las autoridades estaban representadas por un juez y un fiscal, que, instalados en el Ayuntamiento, tenían a sus Órdenes a un secretario, cuyo sueldo anual ascendía a 1.500 pesetas, dos alguaciles que cobraban 733 y 638 pesetas anuales, respectivamente, y tres serenos con 680, 630 y 180 pesetas. En temporadas de mucho trabajo, el Ayuntamiento contrataba temporalmente dos escribanos para realizar el trabajo atrasado o más urgente, prescindiendo de sus servicios una vez realizados éstos.

En el mismo Ayuntamiento se habilitó una de sus dependencias para utilizarla como cárcel.

En el aspecto religioso siguió conservando las tres pequeñas ermitas que ya existían en el siglo anterior: Cristo de la Guía, Nuestra Señora de la Soledad y Nuestra Señora del Socorro.

Seguía la iglesia parroquial Santa María de la Antigua, cuyo sacerdote tenía consignadas 1.750 pesetas para el clero y 1.250 para el culto; había también una casa propiedad de este curato.

Mención especial merece la Cofradía de la Vera Cruz, de la que eran hermanos o cofrades casi todos los vecinos del lugar y que databa del siglo XVI.

A un kilómetro de distancia se encontraba el cementerio, trasladado entonces fuera del casco rural por razones de higiene estaba «en paraje ventilado y elevado para que sus pestilentes miasmas no perjudiquen la salud pública de los moradores», en él se daba sepultura gratuita sin distinción social.

Para el tiempo de ocio contaban con un teatro de aficionados, un casino, un café y un pequeño paseo, muy concurrido en los días soleados, que conducía a la estación.

Marín no comenta nada respecto a las festividades locales que tenían gran trascendencia en la vida de la comunidad. Del día 30 de septiembre de 1815 es una autorización que dice así:

La tradicional corrida de novillos siguió celebrándose durante largo tiempo hasta que Vicálvaro perdió su identidad como pueblo en el siglo XX.

Para los viajeros, el pueblo contaba con una casa de huéspedes y dos antiguas posadas; pasar la noche en una mullida cama costaba una peseta y comer en casa de huéspedes 2,50 pesetas y en las posadas 2.

Después de este panorama general, proporcionado por Andrés Marín y que ha servido para adentrarnos en la realidad del pueblo durante el siglo XIX, pasaremos a profundizar algunos de sus aspectos más significativos en los planos económico, político, religioso y urbanístico.

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