Historia de Vicálvaro | Capítulo V, El siglo XVIII

El siglo XVIII

Con el siglo XVIII se inaugura una nueva dinastía en el trono español al ser sustituida la de los Austrias por la de los Borbones. A su llegada éstos se encuentran una España agotada por las constantes guerras que hicieron disminuir la población y arruinaron su hacienda. Estos reyes traían consigo una nueva concepción del Estado basada en el fortalecimiento del poder real, con lo que todas sus reformas tenderán al centralismo. La reconstrucción lograda por los tres primeros borbones —Felipe V, Fernando VI y Carlos III— se quebraría con la subida al trono de Carlos IV.

Carlos III empleaba una o dos horas diarias en sus tareas de gobierno frente a su casi exclusiva dedicación a la caza. Dicho rey utilizaba para su deporte favorito todos los reales sitios, incluido el Retiro, cercano al arroyo del Abroñigal, que fue límite hasta el siglo XIX de las tierras de Vicálvaro, y que regó, en su tiempo, grandes y hermosas huertas con árboles frutales. En la carta que vamos a transcribir se solicita al rey permiso para espantar los pájaros, al mismo tiempo que se invita a S. M. a que practique su deporte favorito en nuestras tierras.

«Señor Marqués de Tolosa:

He hecho presente al Rey un memorial de V. S. en que, expresando que los pájaros le destruyen la huerta y hacienda de labor que le pertenece y cultiva de su cuenta en el arroyo Broñigal, dentro de los límites exteriores bedados del Real Sitio del Buen Retiro, pide a S. M. que mientras V. S. cultive por su cuenta dicha huerta y hacienda, puede tener en ella una escopeta, de la cual usen V. S., su hijo o la persona de confianza que nombrasen para tirar a los pájaros dentro de los límites de dicha hacienda, sin salir de ella; esperando S. M. que V. S. vele para que no se abuse de esta gracia, ni se tire a la caza que sirve para la diversión de S. M.

San Ildefonso, 17 de septiembre de 1787.—

El conde de Florida Blanca.

Adjunto va el permiso para que V. S. escopetee quanto quiera, y no deje pluma viva en su delicioso Broñigal.»

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