Historia de Vicálvaro | Capítulo I, Los orígenes

Primeras noticias

Vicálvaro ha tenido mala suerte en muchas cosas a lo largo de su historia. La primera es que se hayan perdido los documentos más antiguos. Hasta 1372 no consta la existencia del pueblo; de ese año data el pergamino en el que constan los dos primeros vecinos conocidos: Asensio Martín y su esposa, doña Lucía, quienes hacen donación al convento de Santo Domingo el Real de Madrid de unos viñedos situados en el desaparecido pueblo de Rejas.

Pergamino del año 1372. Primer documento conocido en que se cita a Vicálvaro.

Aunque no se hayan encontrado documentos anteriores, nos cuesta creer que no existiese desde bastante antes. Hay varias razones para suponerlo: la primera y principal es que, reconquistado Madrid por los cristianos en 1085, su alfoz inmediato se comenzó a repoblar de inmediato. El resto de las aldeas de Madrid aparece en la documentación entre 1126 y 1365 y Vicálvaro, exactamente, ¡el último! Bien es cierto que durante un tiempo la frontera con los musulmanes estuvo cerca; entre 1085 y 1118 (en que cayó Alcalá), el castillo de Ribas era la avanzada cristiana, mientras que al otro lado del Jarama, el de Cervera (junto a Mejorada) lo era de los musulmanes. Treinta y tres años de relativa inseguridad, a partir de los cuales se pudo fundar o repoblar sin mayores problemas, ¿por qué otros lugares iban a surgir y Vicálvaro no?

No obstante, los hechos son los hechos y no caben especulaciones: de Vicálvaro no se sabe nada hasta 1372. Sin embargo, sí se saben cosas de otras tierras y enclaves que, con el tiempo, acabarían siendo término de Vicálvaro y algunas de ellas aún están en el distrito o en el barrio: nos referimos a Moratalaz, Carrantona, La Torre del Campo y Ambroz.

Sobre los dos primeros pagos no nos extenderemos demasiado, pues ya han sido tratados por los actuales pobladores de la zona; su aparición en la Historia data de 1197-1202 y 1201-1206, respectivamente. De Ambroz, a pesar de no haberse encontrado ningún dato hasta 1440, se puede afirmar con casi total seguridad que tiene origen anterior a Vicálvaro. Y ello, por dos razones:

a) El nombre inequívocamente árabe, que sería otro nombre propio (sonando poco más o menos «Amrus») y, por tanto, de los siglos VIII-XI.

b) La clara dependencia o subordinación eclesial de nuestro pueblo con relación a él. En efecto, desde bastante antes del siglo XVI, el curato de Vicálvaro era anejo al de Ambroz, lo que quiere decir que en un momento dado Ambroz tuvo iglesia y Vicálvaro no, con lo cual los vecinos de éste habrían de acudir al otro para su cumplimiento religioso, incluido el pago de los diezmos.

El indudable carácter arcaizante y retardatario de la administración eclesial hizo que funcionase este sistema durante siglos, desconocedores de lo que ocurría a su alrededor. Se dio el caso de que muchos pueblos civilmente desaparecidos (despoblados) siguieron tributando con sus nombres y circunscripciones (dezmerías) hasta 600 años después.

Por ello son de creer afirmaciones como las del licenciado Domingo Alvarez Valentín, cura párroco de ambos pueblos, en 1785, cuando decía, hablando de Ambroz, «... en tiemnpos antiguos fue su matriz [de Vicálvaro], como que aún en la copia que se reparte a el cura por el tribunal de rentas decimales, primero se extiende la parte que le corresponde de Ambroz en sus pontificales que la de Vicálvaro en los suyos».

La Torre del Campo aparece en 1205, aunque en esta fecha no podamos precisar si existía ya el poblado o sólo la torre, pues el documento en el cual se cita sólo dice «término de Torre del Campo», sin indicar la palabra «aldea». Dicho documento trata de una venta de cuatro parcelas por parte de Pedro Moro (se supone que un converso) al Arzobispo de Toledo; lindaban con tierras de la hija de Domingo Domínguez (que también tenía tierras en Rivas) y, lo que es más interesante, con el camino de Toledo («via que ducit ad Toletum»). Esto quiere decir que, en los tiempos antiguos, el tránsito interregional (que ya debería usar el puente o vado de Viveros), viniendo de Aragón, iba a Toledo (¿y Andalucía?) sin pasar por Madrid. Esto hoy día nos puede resultar chocante, después de doscientos años de centralismo viario, pero es evidente que se ahorrarían unas cuantas leguas; es más que probable que dicha «vía» coincidiese con la Cañada Real de la Senda Galiana, principal vía pecuaria de la zona, de la cual se hablará más adelante.

Entre 1212 y 1219 parece ser tuvo su origen la heredad de la Elipa, concesión regia a Miguel Ximénez de Luján, quien le puso este nombre en honor a su mujer, Phelipa de Vargas. Sin embargo, no se conserva documento que lo pruebe, sino que esta afirmación la hicieron los señores de dicho término mucho más adelante (en el siglo XVII), cuando aspiraban a obtener un título y necesitaban probar su «rancio abolengo».

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