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Historia de Vicálvaro | Capítulo II, La edad media

Un siglo oscuro y turbulento: el XIV

El siglo XIV fue turbulento en toda Castilla. Una monarquía aún no consolidada, en permanente tira y afloja con la ambiciosa nobleza y unos concejos poderosos, pero en declive que se debatían entre el creciente intervencionismo político-administrativo de la primera (a través de los corregidores) y el ansia de rapiña económico-militar de la segunda. Una guerra civil y varias entre reinos peninsulares se destacan sobre el fondo de un escenario de desasosiego y cambio violento.

En las tierras de Vicálvaro tuvo lugar el epílogo de un suceso especialmente siniestro: los desafueros subsiguientes a la destrucción de la aljama hebrea de la Villa de Madrid.

El hecho ocurrió en mayo de 1391. Tenemos conocimiento de ello por un memorial que presentaron los del Concejo de Madrid al rey Enrique III (aún menor de edad bajo la tutoría de Gonzalo Núñez de Guzmán y Juan Hurtado de Mendoza): su fecha, el 7 de julio de 1392. La cosa no era nueva: una ola de «pogroms» barrió Castilla, comenzando por Andalucía a fines de 1390. Se acabaron los tiempos de pacífica tolerancia y fecunda relación entre etnias y religiones que caracterizaron la Alta Edad Media. Como siempre, en estas cosas, una minoría de histéricos, catalizó y capitalizó cierto malestar entre las capas de la población afectadas por los préstamos y proclives al fanatismo religioso que todo lo justifica. A río revuelto, ganancia de pescadores.

La mayoría de la gente sensata estaba en contra. La carta decía, entre otras cosas:

«... Bien sabedes en commo por otras vezes ha seydo apercebida la merced del dicho señor Rey ... el destruymiento e muerte e rrobo que se fizo en los judíos de la aljama de la dicha Villa e que fuese vuestra merced del poner rremedio de justicia... e que los malos non fuesen sin pena...»

Los malos más conocidos fueron Ruy Sánchez de Orozco, Vasco Mexía, Lope Fernández de Vargas y Ruy García de la Torre, habiendo también «otros hombres del pueblo menudo ». Después de los asesinatos en masa y el saqueo de la judería fueron presos, pero lograron huir a Barajas y La Alameda, lugares del señorío de Diego Hurtado de Mendoza, y donde la Justicia de la villa nada podía hacer. No se conformaron con el viejo ardid terrorista de golpear y luego huir tras la frontera, sino que desde allí se dedicaron a hostigar los alrededores. Por Vicálvaro (aldea o término) debieron de pasar cuando fueron a atacar la heredad de Carrantona; si el tal Ruy García era oriundo de La Torre, como parece indicar su apellido, conocería bien estos pagos: «... el dicho Ruy Sánchez con onbres armados que fue a Carraona [sic] heredat que es de Gutier Ferrandez Gudiel que es uno de nuestros rregidores de esta dicha Villa, e a los sus onbres, asi quinteros commo segadores que segavan sus panes, non temiendo a la vuestra justicia, correólos queriendolos matar e deziendo que si más viniesen allí que a ellos e a qualesquier vezinos desta dicha villa que ay viniesen, que los matarían...».

Por cierto, Gudiel era apellido propio de las viejas estirpes mozárabes del reino de Toledo; es fácil deducir que los ataques no fueron sólo contra los judíos. Parece que el sector más extremista de los repobladores norteños (Orozco, Mendoza, etc.) envidiaba las riquezas de los más antiguos madrileños, establecidos mucho antes que ellos. El argumento religioso (como en tantas otras ocasiones) no sería más que una excusa, pues los mozárabes eran tan cristianos como ellos, aunque de una clase mal vista por la jerarquía, franco-romana, de la Iglesia.

Tal como suele ocurrir en estos casos, pagó el pueblo llano, porque D. Gutier y otros miembros de la oligarquía villana no segaban; como mucho, se preocuparían por el clima de inseguridad que hacía que otros no pudieran segar para ellos. Por otro lado, viendo los notables apellidos de los amotinados, tampoco parece probable que la cosa pasase a mayores: alguna reprimenda por la «travesura». Y hasta aquí lo que sabemos de este sombrío episodio de nuestro pasado.

Pocos años después, en 1396, tenemos noticias de una operación de compraventa, En la que Benito Sánchez y esposa venden un majuelo a una tal doña Flor, vecina de Madrid. Dicho majuelo estaba en el pago que llamaban El Retamal, lindando con el camino del Medio; se pagó por él la crecida suma de 300 maravedíes. Gracias a este documento conocemos los nombres de varios vicalvareños. Se trata de García Esteban y su mujer, de nombre Catalina, que fueron los padres del dicho Benito y nacerían entre 1325 y 1350. También sabemos de la existencia de otro convecino: Pascual Martín, dueño de otro majuelo lindante con el citado.

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