Historia de Vicálvaro | Capítulo III, El siglo XVI

Propietarios foráneos: conventos y nobles

Incluir un apartado sobre este tema se justifica, no tanto por la importancia que pudieron tener tales terratenientes (que sí la tuvieron), sino por el hecho de que se haya conservado documentación sobre ellos. Bien quisiéramos disponer de datos documentales sobre los vicalvareños corrientes, pero la gente del pueblo no tenía capacidad económica, ni técnica, ni permanencia institucional como para generar archivos perdurables.

Del siglo XVI hemos hallado únicamente cinco documentos que hagan referencia a cuestiones agrícolas, es decir, el 90% de la vida y la economía en aquellos tiempos. Con ellos y los del archivo parroquial intentaremos concretar el buen panorama general ofrecido por las Relaciones.

Los tres más importantes son descripciones de las posesiones de los Lujanes (en La Elipa) y de los conventos de Santo Domingo y Santa Clara de Madrid.

- La familia de los Lujanes, antiguo linaje madrileño, ya tenía el embrión de lo que sería su señorío en La Elipa desde el siglo XII, tal como indicamos en su lugar. También dijimos que dicho origen aparece nebuloso, al menos en lo que se refiere al heredamiento, es decir, a la propiedad real de las tierras; otra cosa pudiera ser la jurisdicción.

En efecto, a lo largo del siglo XVI, entre 1505 y 1617, los Lujanes compran a otras personas hasta 242 fanegas de terreno (6). La mayoría de ellas, directamente por D. Diego de Luján (unas 190) y el resto, por el monasterio de San Jerónimo, que usufructuó la posesión desde 1584 hasta 1713.

A mediados del siglo XVIII la hacienda alcanzó su mayor esplendor y, por los documentos de la época (de los que se hablará en su momento), se sabe que tenía poco más de 230 fanegas, es decir, la suma de lo adquirido en el siglo XVI.

¿En qué consistía entonces con anterioridad a estas fechas?. Forzosamente, en nada; deducimos de ello que lo que tuvieron los Lujanes hasta estos momentos fue simplemente el señiorío jurisdiccional y no el señorío solariego, es decir, la propiedad de las tierras.

El principal vendedor fue Pedro de Mercado, que les vendió también media yunta en San Cristóbal. Vecinos de Vicálvaro vendieron algunas viñas, como Gabriel de Lara (el hidalgo) o Juan Sanz con Catalina Casado, su mujer, y Melchor Mocete.

- El convento de Santo Domingo era uno de los más antiguos de Madrid. Un procedimiento normal para la obtención de patrimonio por los monasterios eran las donaciones de los fieles o de las personas profesas. En tres siglos largos les había dado tiempo de juntar terrenos bastante extensos: 187 fanegas. De su localización y extensión sabemos por un documento del siglo XVIII en el que se demuestra cuáles eran las pertenencias de dicho convento en 1533.

La totalidad de ellas estaba en el despoblado de San Cristóbal, colindante con el núcleo principal de posesiones de este convento: la heredad de Corralejos. Lo llamamos despoblado, con terminología actual, porque en el año de la fecha no se sabe con seguridad si lo estaba o no. El documento se refiere a él como «término de San Cristóbal, dezmería y heredamiento del Monasterio» y en varios lugares se cita la iglesia de dicho lugar, aún en pie. Ahora bien, la iglesia podía estar en pie y no vivir nadie allí; esto era lo corriente, por ser siempre el edificio más sólido y respetado: igual ocurrió con La Torre como hemos visto. La citada iglesia, por otro lado, era propietaria de tierras, con lo que tendría ingresos para mantenerse.

Nos inclinamos por suponer que, en efecto, en 1533 ya estaba despoblado, cuarenta y tres años antes de que las Relaciones lo dieran como tal. En tiempo de éstas, la iglesia ya estaba caída, pero sus ruinas perduraban todavía en 1628, pues en un informe de esta fecha sobre despoblados en la jurisdicción de Madrid se dice que «sólo han quedado las tapias donde estuvo la Ermita del Santo». A mayor abundamiento, diremos que tampoco aparece como poblado en el servicio de Millones de 1530. Como la ruina de la iglesia se produjo en menos de cien años (en pie en 1533, caída en 1628), podríamos deducir que el abandono se debió de producir, poco más o menos, un siglo antes de 1533, es decir, hacia la mitad del siglo XV.

Lo que sí es seguro es que en el siglo XVI mantenía su término, cosa que hoy no ocurre. Aunque no podemos demostrarlo, creemos que el antiguo territorio de San Cristóbal fue repartido entre sus vecinos, es decir, Rejas, Coslada, Vicálvaro y, tal vez, Canillejas. El antiguo ejido del pueblo cayó en Vicálvaro.

Durante el siglo XVII se llevó a cabo el desmantelamiento y enajenación de los ejidos, como se relatará en el capítulo siguiente.

- El convento de Santa Clara es fundación posterior en dos siglos, pero, no obstante, en el XVI tenía más tierras que el anterior: 270 fanegas. Estaban situadas en los tres términos que luego formarían Vicálvaro: 177 fanegas en la Torre, 37 en Ambroz y 56 en Vicálvaro propiamente dicho.

Este conjunto de tierras representaba el 30% del total de las pertenencias rústicas de dicho convento en toda la tierra de Madrid: 75 parcelas, frente a 65 en Vallecas, 40 en Boadilla, 32 en Rivas y así en disminución progresiva hasta llegar a completar los 14 pueblos entre los que se distribuían dichas tierras.

Las monjas no tenían casa de labor y las parcelas estaban relativamente dispersas, a diferencia de las de Santo Domingo, más agrupadas. Por ello, entre otras causas, resulta natural que tuviera todo arrendado a varios vecinos del contorno.

En total eran cinco: Pedro de Burgos, vecino de Vallecas; Alonso Sanz y Francisco Navarro, de Vicálvaro; Miguel García, de la Torre, y Juan del Amo, de Ambroz. Se da el caso de que la elección de las tierras a arrendar no era siempre función directa de la vecindad del labrador; mientras que en Ambroz sí, el vallecano labraba las tierras de nuestro término, y los vicalvareños las de la Torre y Vallecas. Se apreciaba así un fenómeno de doble familiaridad que, en el caso de La Torre llevaría a la partición del término una vez despoblado, en lugar de llevarse a cabo la adscripción completa a uno u otro.

Lo que sí tenían claro era que el cerro del Almodóvar pertenecía a Vallecas; por cierto, que todavía en este siglo se usaba dicho nombre como común y no como propio. Cuando se refieren a él lo llaman «el almodóvar de Vallecas», es decir, que el vocablo arábigo sustituía aún al castellano para designar este tipo de cerros. En el documento en cuestión aparece ya la calle Nueva (hoy conocida como Condesa de la Vega del Pozo), lo que nos indica que, no mucho antes de mediados del XVI, llegó hasta allí lo que se mantendría como borde norte del pueblo durante cuatrocientos años. Se cita también el camino de Vicálvaro a Nuestra Señora de Atocha que, atravesando Moratalaz, se dirigía a aquella famosa basílica situada en las afueras de Madrid y el camino de La Torre a Madrid, que después del despoblamiento de éste perdería su uso, convirtiéndose en el camino de los Castillejos y desapareciendo en otros tramos. El camino de Fuencarral era uno de los comarcales, es decir, que no se dirigía a los pueblos inmediatos, sino a más larga distancia; después se le llamaría camino de la Cuerda, ya que discurría por la divisoria de aguas del Manzanares y del Jarama, emplazamiento que siglos más tarde ocuparía, en un gran trecho, la Ciudad Lineal. También aparece el camino Viejo de Alcalá, más al sur de lo que fue la carretera de Aragón, pasando al norte de Ambroz y Coslada y juntándose con el otro (de Canillejas) en el puente de Viveros. Este mismo camino habría seguido la autopista A-2 (prolongación de O'Donnell), si se hubiera construido, lo que habría sido una infranqueable barrera al desarrollo normal de nuestro pueblo hacia el Noroeste.

Entre los vecinos colindantes con propiedades del convento sc hhaolllaasn yvaa omttreomso ddea los que se constituirían en rancio abolengo vicalvareño: Avila, Pinilla y Aravaca. Se debe hacer notar que, en este siglo y parte del siguiente, estos apellidos conservaban aún la preposición de procedencia «de» (Andrés de Avila, Sebastián de Pinilla, Diego de Aravaca, etc.), lo cual parece denotar su carácter de emigrantes de los lugares antedichos; el «de Avila» acabaría dando el conocido Dávila.

Encontramos también varios de los topónimos que han llegado hasta hoy, aunque entonces nadie pudiera imaginar su porvenir: Pavones, La Tacona y Camino de la Cebolla.

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