Historia de Vicálvaro | Capítulo VI, El siglo XIX

La necrópolis del Este

Con este nombre se conoció en su época lo que hoy día, más familiarmente, conocemos como cementerio de La Almudena. Fue en 1876, nada más comenzar la Restauración, cuando el Ayuntamiento de Madrid acordó comenzar esta operación agresiva y expansionista. Aún disponía en su término de abundantes espacios vacíos, pero comenzó a «exportar» los usos indeseables, colocando en casa del vecino lo que no quería en la suya, con pleno apoyo de la Diputación y del Gobierno. Las razones que expuso la Delegación del Ayuntamiento de Madrid, con vocales de la Junta Provincial, fueron las siguientes: «Como más a propósito para el establecimiento de una Necrópolis, por su orientación, calidad de subsuelo y fácil comunicación con las vías hoy existentes, los terrenos del término de Vicálvaro que se hallan comprendido entre la carretera de Aragón, el Arroyo de la Medialegua y el camino alto que conduce a aquel pueblo, tomándose en dirección al Oeste, en la extensión que se considere necesaria». Así, comienzan los papeleos para adquirir los terrenos, ya que se trataba de una «reforma que tanto interesaba a la salud del vecindario y tan reclamada por la opinión pública».

El 10 de febrero de 1876, el Ayuntamiento de Madrid autorizó a la Comisión creada al efecto a tratar con los propietarios de terrenos y, tras dos años de negociaciones, el 22 de junio de 1879 había concluido sus trabajos, de acuerdo con todos ellos, excepto con uno. En julio de ese año se levantaron las mieses por última vez y comenzaron las obras, que duraron bastantes años; no obstante, no se construyó de una vez todo lo que hoy vemos, sino que a lo largo de los años se hicieron bastantes ampliaciones.

Pero la construcción del cementerio como obra física no es lo más importante para nosotros, sino las consecuencias administrativas que trajo consigo: la sustracción de una parte de nuestro término para adjudicárselo a Madrid.

Fue una Real Orden de 31 de octubre de 1879 la que inició el procedimiento administrativo, amparándose en el artículo 5.º de la Ley Municial vigente (38), que confería al Gobierno la potestad para decidir en este tipo de cuestiones. Las cosas fueron despacio, y en 1883 el alcalde de Madrid, José Abascal, tuvo que rogar al Gobierno que activase el asunto. El señor Abascal, al que Madrid debe tantas mejoras, no consideraba lógico que los vicalvareños se resistieran al «regalo». Decía: «Los terrenos que se han de ocupar [...] son bien insignificantes comparados con los totales que forman el término de Vicálvaro; entendiendo que este puede o, más bien, la mayoría de los vecinos interesados, han de acceder».

No comprendía el señor Abascal que no era «por el huevo, sino por el fuero» por lo que Vicálvaro se resistía y, además, confundía a los vecinos interesados; es decir, a los que se iban a comprar las tierras, con el órgano soberano municipal responsable del mantenimiento de su jurisdicción.

Es interesante hacer notar que esta anexión fue la primera que hizo Madrid a costa de los municipios limítrofes... ¡Y tuvo que ser a Vicálvaro el afectado!

En agosto de 1884, el Gobernador se cansó de esperar y dictó una orden para que se efectuasen sin más demora la segregación y la agregación. Y el 11 de septiembre del mismo año el Ayuntamiento de Vicálvaro «tiró la toalla»:

«[Este Ayuntamiento] no ha puesto inconveniente alguno, ante la suprema fuerza de los hechos |[...] si bien entienden que, atendiendo a los perjuicios que han de consolarles puesto que reflejan una desmembración de los derechos locales [...] deben exigir al Ayuntamiento de Madrid, por vía de compensación |...] que se asigne al Ayuntamiento de Vicálvaro una cantidad anual, con carácter de canon o en otra forma, pero a perpetuidad |...] con lo cual quedarían resarcidos en algún tanto del que pierden en razón de recargo municipal sobre la contribución territorial y de consumos |...].»

Los madrileños no tardaron ni una semana en responder: «El canon es inadmisible». Es decir, la prepotencia capitalina llegaba a una de sus cúspides históricas: no sólo tomaban lo que querían, además les molestaba oír que había que pagar por ello. Evidentemente, la segregación se hizo y aquí no se vio un duro.

Historia de Vicálvaro